*Narra Josh*
Después de los minutos más largos de mi vida
abrazados, se separa y se cierra la camisa. Ni si quiera me había dado cuenta
de que estaba abierta. Creo que se la rompí al intentar que volviera en sí.
Está intentando cerrársela con un nudo, pero no creo que pueda.
-Tranquila, ahora te presto algo. Y lo siento,
espero que no fuera muy cara…
-No importa Josh, creo que mi vida, vale más
que esta blusa. – se ríe. Ha estado a punto de ahogarse por mi culpa y ahora se
ríe conmigo.
-¿Sabes? Eres la cosita más perfecta que me he
encontrado nunca, y no hay nada que pueda superarte. – La beso.
Nos levantamos y le paso el brazo por sus
hombros. Entramos abrazados a casa y la llevo a mi habitación para dejarle una
camiseta mía.
Entramos y se sienta en la cama mientras yo
voy al armario a buscarle una camiseta que le pueda quedar bien, pero es algo
imposible, todas son enormemente grandes, por lo que decido elegirla por el
dibujo que más le pegue, cuando encuentro una que parece hecha para ella.
Me doy la vuelta con la camiseta escondida detrás y camino hacia
ella con una sonrisa que decido que sea entre intrigante y pícara. Cuando llego
a la cama apoyo las manos en ambos lados, con la camiseta aun en una de ellas y
la beso. Le doy besos suaves y cortos, empujándola suavemente hasta que
acabamos tumbados en la cama el uno sobre el otro.
Mientras la beso empiezo a bajar las manos
hacia su cadera, acariciando suavemente sus magnificas curvas, y justo cuando
empiezo a introducir mi mano en su camiseta, rozando su suave piel… me ruge la
barriga. Si. Me ruge la barriga.
-Deberiamos ir a comer algo. – me dice
riéndose.
-Claro… - contesto algo avergonzado. Aunque,
más que nada me da rabia que se nos haya estropeado el momento. Entonces me doy
cuenta de que aun tengo la camiseta en la mano, lo que significa que ella…
*Narra Marta*
Estoy aun tumbada en la cama, sonriendo. La
tripita de Josh ha sonado mientras estábamos besándonos y estoy pensando qué
prepararle para comer. Aparto la mirada del techo para mirarle y veo que él ya
me está mirando a mí. Pero no es a mí, si no…
-¡Oh, que típico! Dame la camiseta anda… - le
digo poniendo los ojos en blanco.
Él reacciona y me da la camiseta mientras baja
la mirada avergonzado. Le doy la espalda mientras me quito lo que queda de
camisa y me pongo la camiseta que me ha dado. La verdad es que me encanta,
aunque me queda bastante grande.
Es una camiseta de manga corta azul de su
talla, que a mí me queda enorme, con la cara del monstruo de las galletas sobre
ella. Me encanta, la verdad.
Él sigue mirando hacia el suelo, aunque menos
sonrojado.
-Me encanta. – le digo sonriéndole, para
suavizar el ambiente.
Él levanta la cabeza extrañado y esboza una
leve sonrisa cuando ve la camiseta adornando mi torso. Me mira de arriba abajo
y se levanta de la cama, acercándose a mí sin apartar la mirada de mis labios. Sé
que tiene tantas ganas como yo, y no pienso negárselo. Cuando está a escasos
centímetros de mi, agarra mi mano derecha, mientras que con la izquierda rodea
mi cintura pegándome a él. Me mira fijamente a los ojos y baja despacio la
mirada hasta mis labios. En sus ojos hay un leve brillo, un destello de deseo
que no estoy segura de si es suyo propio, o un simple reflejo de los míos, que
deben estar tan deseosos de probar esos dulces labios como si se tratase de
agua en el desierto. Entonces suelta mi mano y acerca la suya hacia mi rostro
mientras roza mi mejilla delicadamente con su suave piel, produciendo un
imperceptible escalofrío que me pone la piel de gallina. Justo en ese momento,
el único en el que no presto atención a todos y cada uno de los movimientos de
cada parte de su cuerpo, acerca sus labios y me besa dulcemente. Siento como
muero en este instante y desaparezco entre sus labios, sumida en un profundo
estado de felicidad. Es el chico más perfecto que ninguna chica pudiera desear,
y yo tengo la suerte de poder tenerlo en este momento junto a mí. Eso me hace
la persona más feliz de este mundo.
El beso se alarga, bueno, lo alargamos, todo
lo posible, hasta que las tripas de Josh vuelven a sonar. Esta vez los dos nos
miramos y empezamos a reír.
-Creo que ya va siendo hora de comer algo,
¿no?
-¿Por? – me pone cara de pena mirándome a los
ojos.
-Porque como sigas sin comer, tu estómago lo
van a escuchar en china tonto. – le digo dándole suavemente en la nariz con el
dedo índice.
-Bueno… Si te molesta…
-Que tonto eres, nada de ti me molesta. – le
doy un suave beso y voy hacia la puerta.
-¿A dónde crees que vas?
-A la cocina. Has dicho que íbamos a comer,
¿no?
-Sinceramente, prefiero comerte a ti. – me
dice guiñándome un ojo. Yo simplemente sonrío y salgo por la puerta hacia la
cocina.
Cuando avanzo escasos pasos me doy cuenta de
que esta no es mi casa, si no la de Josh, y aún no sé dónde está cada
habitación de las miles que tiene en esta mansión. No lo conocerán mucho por
aquí, pero dinero tiene el mismo.
Me doy la vuelta para volver a la habitación
con él pero justo al girarme me choco con algo que me hace caer hacia atrás,
pero antes de llegar a inclinarme siquiera, unos brazos rodean mi cintura y me
acercan hacia el cuerpo con el que me he chocado, el de Josh.
-Gracias por cogerme. – le digo sonriendo. –
Aunque no tendrías que haberme cogido si no me hubieras tirado antes.
-¿Qué? Pero si eres tú la que se ha chocado
conmigo.
-Claro. Porque de repente estabas ahí en
medio, ni siquiera te he visto.
-Pues deberías… - me dice sonriendo. – Por
cierto, ¿por qué volvías?
-Bueno… es que… no sé… no sé ir a la cocina. –
no sé bien por qué, pero me avergüenza decirlo, así que lo digo sin apartar la
mirada del suelo.
-¿Sabes? Deberías ir aprendiéndote la casa,
vas a pasar aquí mucho tiempo…
-¿Cómo que mucho tiempo? ¿Cuántas veces te
crees que me vas a traer aquí, Hutcherson?
-Todas las que pueda pequeñaja. – me dice
rozando mis labios con la punta de su nariz.
-Pequeñaja… Me gusta cómo suena… - le digo
sonriendo justo antes de que una sus labios con los míos en un suave beso.